sábado, 19 de enero de 2013

Honra sin barcos




Un tal Felipe dijo una vez, que no envió sus naves a luchar contra los elementos. Hoy nos ha ocurrido lo mismo, teniendo que luchar contra un viento que por el puto efecto Venturi, aumentaba su velocidad al entrar en el Cañón del río Luchena, haciendo honor al nombre del pantano que hay en su cabecera: Valdeinfierno.  Este nombrecito viene como anillo al dedo para definir nuestro discurrir por un precioso Valle convertido por mor de los elementos, en un infierno.

Las casi tres horas que nos costó cruzar dicho cañón fueron un infierno, ya que al viento se le unió una lluvia que nos caló, literalmente, hasta los güevos. Para más inri, arrastrábamos dos toneladas de tierra arcillosa pegadas inmisericordemente a nuestras botas, creciendo y creciendo hasta tropezar una con otra, de tal cantidad de arcilla que llevábamos adherida.

Y para redondear la faena, dimos dos barrigazos en sendos resbalones sobre unas rocas que parecían de vaselina. No sé cómo, resbalé panza bajo hasta dar con la cara y manos en una charca. Me levanté rápidamente con las rodillas y manos magulladas, y entonces pensé: ¡Menos mal que no ha venido la amiga que invité! Y a continuación me acordé que el oftalmólogo me dijo que hiciera “vida normal” sin movimientos bruscos con la cabeza. Total que ya no sabía si eran las gafas empañadas o era el golpe lo que me nublaba la visión. Afortunadamente fue la lluvia.

El cañón se alargaba hasta la desesperación, y hoz tras hoz no veíamos el final. La hora prevista se había convertido casi en tres. Lo último que nos faltaba fue, encontrarnos una enorme roca en medio del barranco. No veíamos forma de sortearla, ya que mojada resbala como el hielo. Total, que mi compañero me empujó donde la espalda pierde su honorabilidad, y con tal de no tener que desandar lo tan penosamente caminado, conforme empujaba pensé “prefiero barcos sin honra” y no sin dificultad me encaramé como un reptil encima de ella. Luego el Cristo, fue ayudar desde arriba a mi compañero. Afortunadamente sobrevoló la dichosa roca.

Cuando llegamos al embalse, hacía tanto viento y con las ropas empapadas teníamos tanto frío, que sin pararnos hice unas fotos, tomamos una barrita energética con un plátano y continuamos ascendiendo hasta el Collado de los Maderos en la Sierra del Pericay. 

El sol comenzó a salir tímidamente y con el fuerte viento fuimos secándonos a la vez que disfrutamos del paisaje, momento que vino a la memoria la frase de un amigo:  “En la montaña cuanto más peor, mejor”.  Así pensaba yo antes de ayer, y  si se presenta una jornada épica como la de hoy, bienvenida sea, pero de un tiempo a esta parte prefiero  seguir el consejo de otro buen amigo que me dijo: "Cristóbal, no descubras mundos nuevos que te cortaran los huevos". 

Así que a estas alturas de la vida prefiero barcos con honra, disfrutando la naturaleza un día fresquito, limpio y soleado. 

Serán cosas de la edad. 

Álbum de fotos

8 comentarios:

  1. Siete vidas tiene un gato... Vaya un sábado llenito de calamidades, y no sólo en Luchena. Lluvia en Yecla, nieve en Revolcadores, ventisca en toda la zona. Busquemos la parte positiva, lo anecdótico, esa lucha contra las inclemencias y que habéis sobrevivido...
    "Hogar dulce hogar" Un amigo suele decir que el mundo es de los intrépidos, pero a veces la sensatez, acompañada de una lectura y de un buen fuego, es un puro atrevimiento.
    Vamos a ver qué ocurre en febrero.

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  2. El barranco de los Infiernos, como realmente se denomina el conocido Cañón del Luchena, hizo honor a su nombre. Cuando ha llovido recientemente es impracticable o penoso el tránsito por el mismo. Espero que por lo menos hayáis disfrutado de estas tierras.

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  3. ¡Vaya jornada!
    El otro día tuve que ir al cementerio de Coy, muy cerca de La Zarcilla.
    Hacía un viento frío y desagradable. El clima por esa zona, a pesar de lo que se diga, siempre es desapacible. Frío y viento en inverno y extrema sequedad y calor en verano. Y cuando llueve, es como a mala leche.
    La tierra es áspera, pero buscando se encuentran pequeños rincones acogedores.

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  4. El nombre del embalse debería poner los pelos de punta: El Valle del Infierno.
    Me ha recordado la única vez que estuve allí, hace más de 15 años. Mi hijo mayor apenas tenía más de un año.
    Fue por Semana Santa. Algunas semanas antes habíamos descubierto la zona recreativa de La Piza -hoy creo que es un camping-, en la umbría de la Sierra de María. Decidimos ir a pasar el día por allí, desde Caravaca, dirección La Puebla, dejando la carretera por Casablanca en dirección a Topares, luego a Cañada de Canepla y enseguida entrabas en el pinar de La Piza, después de recorrer los campos de cereal que inundan esos límites entre Murcia y Almería. El plan era ver el maravilloso Castillo del Marqués de los Vélez -bueno, lo que quedaba de él- y luego comer en La Piza. Acabamos temprano la comida y por el afán investigador, decidí volver por un camino poco señalizado entre María y la Zarcilla. Debía ser un ahorro en kilómetros y conoceríamos nuevos parajes. Llevábamos dos coches, con siete adultos y tres niños muy pequeños. El mapa que tenía señalaba un camino con algún tramo difuso, pero no vi razón para echarnos atrás. En una gasolinera de María le pregunté a un paisano que si me podía decir cómo se llegaba a la Zarcilla; el hombre muy amable dijo que esperara un momento que él iba por esa dirección y que le siguiéramos, porque tenía cierta dificultad. Yo siempre me había jactado de mi excelente sentido de la orientación, y me pensé que aquel paisano no sabía con quién estaba hablando. Total que emprendimos el camino mirando el mapa e improvisando según mi entender. El camino enseguida se hizo de tierra. Comenzamos a avanzar por parajes solitarios, sin señalizaciones, ni casas ni rastros humanos. Algún cultivo abandonado, plantaciones de almendros, pinares, eriales, alguna rambla. Ibamos animados disfrutando del paisaje de campo y monte, y pensando que en buena dirección, curvas a un lado y a otro, cuestas, caminos polvorientos, hasta que nos apercibimos de que estábamos dando vueltas por el mismo lugar. Parada, consulta del mapa, miradas al horizonte. Habíamos ido buscando la dirección de SO a NE, pero por el tiempo transcurrido ya teníamos que haber encontrado alguna referencia de la Zarcilla, alguna carretera conocida. Pero pensamos que debíamos estar cerca de La Jarosa y Los Pelados -parajes que conocíamos bien- y por allí habría camino. Cambíamos la dirección y decidimos ir por el primer camino en dirección norte. El camino se fue tornando pedregal y el pedregal rambla y la rambla...¡Aleluya! ¡Encontramos una casa! La casa estaba rodeada de gallinas sueltas, montones de gallinas, nunca ví tantas sueltas, y alguien debería estar cerca, pero no apareció. Gritamos, llamamos. Nadie contestó. A dar la vuelta, en dirección contraria. A estas alturas el resto de la banda estaba perdiendo su fe en mis capacidades de orientación y también la paciencia. Tomábamos cualquier camino por el que no pareciese que ya habíamos pasado. Encontramos otra casa con una pareja muy amable. Nos indicaron en el dialecto local de aquel tiempo y sin intérprete -el dialecto caravaqueño y el de por allí a veces no tiene traducción directa- por dónde debíamos ir. Sea por las dificultades del idioma o por nuestra torpeza, pero aquello no parecía mejorar. Nuevos caminos de subida nos llevaron por parajes más sorprendentes.
    Pinadas solitarias, una gran casa forestal abandonada, un gran rebaño de ciervos o similares, grandes aves rapaces en el cielo, vuelta a otro camino conocido, bajada por camino impracticable, golpes constantes en los bajos del coche...Llegamos al embalse, bueno al hueco del embalse completamente vacío. Desesperados, ver el embalse absolutamente seco nos sobrecogió: Valdeinfierno.

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  5. Luego seguimos dando vueltas. Eran cerca de las nueve, y habíamos encontrado una carretera asfaltada en no muy buen estado, que seguimos en dirección NE y E. Era casi de noche. Llegamos a un cruce con dos alternativas. Todos opinamos varias veces y en sentido distinto cuál debíamos coger. Acertamos. Al rato ya entramos en la carretera de Lorca y nos sentimos a salvo.

    No he vuelto por allí. Siempre he pensado que de haber cogido el otro camino, todavía estaríamos allí dando vueltas, metidos en un bucle perdido del espacio-tiempo, convertidos en un elemento más casi inerme de aquellas soledades.

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  6. Yo anduve el sábado por Sierra Espuña, en la zona de Aledo. A media mañana se puso infernal, pero ni comparación con lo tuyo ¡campeón!

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  7. Gracias Cristobal, he pasado un rato como hacia tiempo, es decir, he disfrutado de tu narración y te lo agradezco !Gracias¡ de nuevo.!Campeón¡

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